Vivian no tenía un sueldo fijo para sustentar económicamente a sus dos hijos porque desde que comenzó la crisis no encontraba un trabajo estable, y Elvis, no le pasaba pensión alguna para mantenerlos.
Por lo que, cada noche, Vivian, tenía que mendigar de algún modo, vistiéndose en la piel de otra mujer, y abandonándose por las calles de su ciudad para prostituir su cuerpo y así poder sacar adelante a sus hijos.
A pesar de todo, ella era feliz desde que se divorció de Elvis, rompiendo las cadenas que le unían a él, quién era un ser despreciable, ruin y amargado de la vida, con quién nunca había sido feliz.
Y así, de ese modo, desde hacía unos años, Vivian, llegaba a fin de mes, dejando su piel entre las sombras de las calles y otras pieles.
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